María reconoció la voz

Cuando el corazón reconoce lo divino, ya nada es igual.

Hoy acompañamos a María Magdalena en su búsqueda, su llanto y su asombro. Jesús la llama por su nombre… y ella lo reconoce. Ese momento lo cambia todo.

✨ Versículo guía del día

Jesús,
si hoy me nombras,
haz que mi alma despierte.
Que no pase de largo tu voz,
que no confunda tu presencia con otra cosa.
Hazme volver el rostro
cuando tú me llames por mi nombre.

📖 Primera lectura – Cantar de los Cantares 3, 1-4
La amada busca al amor de su alma. Lo busca en vano hasta que, al fin, lo encuentra. Es un canto al deseo profundo y fiel de quien no se da por vencido hasta hallar a quien ama.

📜 Evangelio – Juan 20, 1-2. 11-18
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba.
Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
"Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto".

María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies.

Los ángeles le preguntaron:
"¿Por qué estás llorando, mujer?"
Ella les contestó:
"Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto".

Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús.
Entonces él le dijo:
"Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?"
Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió:
"Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto".

Jesús le dijo:
"¡María!"
Ella se volvió y exclamó:
"¡Rabbuní!", que en hebreo significa 'maestro'.
Jesús le dijo:
"Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios'."

María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.

 Jesús no necesitó gritar.

Solo dijo su nombre: María.

Y eso fue suficiente para que ella lo reconociera.

María Magdalena estaba envuelta en dolor, ceguera emocional, confusión. Estaba tan ocupada llorando que no podía ver al Maestro delante de ella. Incluso cuando lo ve, no lo reconoce… hasta que la llama por su nombre.

Así somos también nosotros muchas veces:
nos duele tanto una pérdida, una duda, un miedo, que no vemos que Jesús está justo ahí, hablándonos con ternura.

Hoy, si estás como María, llorando ante lo que te falta…
permite que Él te hable.

Jesús no se impone, no irrumpe, no empuja.
Solo llama.
Y espera que tu corazón reconozca su voz.

Porque cuando Dios te dice tu nombre, ya no eres el mismo.

 Tómate hoy 5 minutos en silencio y di en tu interior:
“Señor, si me llamas, quiero escucharte”.
Y guarda silencio… para que tu alma pueda decir: “¡Rabbuní!”

Jesús,
gracias por no rendirte conmigo.
Gracias por quedarte cerca, aunque no te reconozca.
Gracias por decir mi nombre cuando más lo necesito.
Que al dormir esta noche, tu voz me envuelva con paz.

Amén.

El desierto se llena de pan, y el corazón de sentido.
Descubramos lo que sucede cuando Dios responde al hambre del pueblo.