Cuando no hay salida, Dios abre camino

“No teman; permanezcan firmes y verán la victoria que el Señor les va a conceder hoy.” – Éxodo 14,13

Señor,
cuando me persiguen los miedos,
cuando no hay salida clara,
recuérdame que tú abres caminos en el mar
y das pasos firmes en lo imposible.
No permitas que me paralice.
Hazme caminar contigo.
Amén.

El faraón se arrepiente de dejar ir a los israelitas y los persigue con todo su ejército. El pueblo, al verlos acercarse, tiene miedo. Reclama a Moisés, pero Dios le responde: “Diles que se pongan en marcha”. Moisés extiende su bastón sobre el mar, y el Señor promete abrir el paso para que crucen en seco. Su gloria se manifestará en medio de la adversidad.

En aquel tiempo, le dijeron a Jesús algunos escribas y fariseos:
“Maestro, queremos verte hacer una señal prodigiosa.”
Él les respondió:
“Esta gente malvada e infiel está reclamando una señal, pero la única señal que se le dará será la del profeta Jonás.
Pues de la misma manera que Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra.
Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta gente y la condenarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien más grande que Jonás.
La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta gente y la condenará, porque ella vino de los últimos rincones de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien más grande que Salomón.”

Hay días en los que el miedo parece venir galopando. Como los caballos del faraón que se acercan por detrás. Te sientes atrapado, sin salida, frente al mar. Sin puente. Sin barca.

Pero ahí, en ese punto, es donde habla Dios.
Y no grita, no empuja: susurra con firmeza una orden inesperada…
“Camina.”

No se trata de tener todo claro. Ni de entender cómo.
Se trata de dar el paso, porque Él va contigo.

El pueblo no cruzó porque sabía nadar, cruzó porque el mar obedeció a Dios.
Jesús, siglos después, habla de otra señal: su muerte y resurrección.
Tres días en la tierra como Jonás en el vientre del pez.
Una señal no para el show, sino para la salvación.

Hoy Dios no promete espectáculos.
Promete presencia.
Y cuando Él está, el mar se parte y los corazones también.

Camina, aunque veas agua.
Camina, aunque tengas miedo.
Camina, porque Dios ya abrió.

Cuando sientas miedo o bloqueo hoy, repite en tu interior:
“El mar se abre. Dios está conmigo.”
Hazlo tres veces y respira profundo.

Señor,
gracias por los pasos dados hoy.
Por los miedos vencidos
y por los caminos que aún no veo.
Si mañana hay mar,
yo esperaré que lo abras.
Y si hay silencio,
yo confiaré que estás ahí.
Amén.

El amor que se vuelve pan, incluso cuando no lo entendemos.