Cuando la promesa toca la puerta

“Dentro de un año volveré... y Sara habrá tenido un hijo.” – Génesis 18,10

Señor,
gracias por las promesas que me sostienen.
Por las que ya se cumplieron,
por las que aún no llegan,
y por las que ni siquiera recuerdo haber escuchado.

Toca hoy a mi puerta como hiciste con Abraham.
Hazme abrir sin miedo.
Hazme esperar con fe.
Hazme reír, como Sara,
cuando lo imposible se haga verdad.

Amén.

📖 Primera lectura – Génesis 18, 1-10a (resumen)
Dios visita a Abraham en el encinar de Mambré. Tres hombres se presentan. Abraham los recibe con generosidad, sin saber que son mensajeros divinos. Uno de ellos anuncia: “Dentro de un año, Sara tendrá un hijo”.

📜 Evangelio – Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa.
Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra.
Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo:
“Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”.

El Señor le respondió:
“Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan,
siendo así que una sola es necesaria.
María escogió la mejor parte
y nadie se la quitará”.

El domingo de hoy es un espejo.

Abraham corre a preparar pan, leche, requesón y carne para tres hombres.
Marta corre a preparar todo para Jesús.
Ambos, en su manera, sirven.

Pero Dios, en ambos relatos, invita a la escucha.
A no quedarse solo en el hacer.
A no olvidar que el visitante no solo viene a recibir…
sino a dejar una promesa.

Abraham recibe una palabra que cambiará su descendencia.
Marta recibe una corrección que podría cambiar su corazón.

¿Y tú?
¿Recibirás hoy a Dios en tus pendientes…
o en tu silencio?

A veces, lo eterno toca la puerta y tú crees que es solo una visita más.
Pero esa visita —como Sara— puede hacerte reír
cuando descubres que lo imposible ya se puso en camino.

Haz hoy una pausa de cinco minutos para escuchar sin hacer nada.
No planifiques. No pidas.
Solo recibe.
Dios también habla cuando tú eliges detenerte.

Cuando el mar se abre… y tu miedo ya no te detiene.