¿Qué más me falta?

Jesús mira nuestro corazón y nos invita a soltar lo que nos ata. La vida eterna no se compra: se acoge dejando espacio a Dios y a los pobres.

✨ Versículo guía del día

Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme.” (Mt 19, 21)

Señor Jesús, muéstrame mis apegos. Dame la gracia de soltar y seguirte con alegría.

📖 Primera lectura – Jueces 2, 11-19

Israel abandona al Señor y sigue a los ídolos. Dios permite la opresión; luego suscita jueces que los liberan por compasión. Pero, al morir el juez, vuelven a caer peor que antes. Un corazón dividido se vuelve inconstante.

📜 Evangelio – Mateo 19, 16-22
“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un joven y le preguntó: ‘Maestro, ¿qué cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna?’ Le respondió Jesús: ‘¿Por qué me preguntas a mí acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno: Dios. Pero, si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos’. El replicó: ‘¿Cuáles?’
Jesús le dijo: ‘No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo’.
Le dijo entonces el joven: ‘Todo eso lo he cumplido desde mi niñez, ¿qué más me falta?’ Jesús le dijo: ‘Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes, dales el dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme’. Al oír estas palabras, el joven se fue entristecido, porque era muy rico.”

El joven del Evangelio no es indiferente: busca la vida eterna, cumple los mandamientos y pregunta con honestidad: “¿Qué más me falta?” Jesús no le ofrece una norma extra; le regala una mirada al corazón. La propuesta no es pérdida, es liberación: soltar lo que ocupa el lugar de Dios para seguir al Señor con alegría.

La primera lectura describe un corazón inconstante: cuando todo va bien, olvida a Dios; cuando viene la opresión, clama por ayuda. Esa oscilación revela apegos y comodidades que nos esclavizan. Jesús, en cambio, ofrece un camino de madurez: pasar de “cumplir” a amar; de “tener” a seguir; de “guardar” a entregar. El punto no es la cantidad de bienes, sino cuánto nos poseen.

La tristeza del joven no viene de la exigencia de Jesús, sino de su resistencia interior. Nos parecemos a él cuando reducimos la fe a una lista de mínimos y postergamos decisiones que sabemos que Dios nos pide. El discipulado es una relación viva: escuchar, confiar y dar pasos concretos. “Vende, da, ven, sígueme”: cuatro verbos que abren la puerta al tesoro en el cielo y a una libertad nueva.

Hoy el Señor no te pide que dejes tu vida, sino que dejes lo que te roba la vida: ese apego, ese miedo, ese hábito que ocupa el lugar de Dios. No es un trueque frío; es una invitación de amor. Jesús no empobrece: ensancha el corazón para amar más y mejor, especialmente a los pobres.

Que esta página del Evangelio encienda tu valentía para preguntar y escuchar la respuesta de Jesús. Si duele, recuerda: duele desapegarnos, no amar. Quien pone a Cristo primero descubre que todo lo demás se ordena.

Elige una renuncia (realista y medible) que hoy te ayude a seguir a Jesús con libertad, y destina algo concreto a alguien necesitado.

Gracias, Señor, por llamarme a más. Si me entristecí, toma mi mano y enséñame a confiar.

“Para Dios todo es posible” 🤫