El Nombre que arde y permanece

“Mi nombre es Yo-soy… Este es mi nombre para siempre. Con este nombre me han de recordar de generación en generación.” – Éxodo 3,15

Señor,
a veces no entiendo tus caminos,
pero hoy quiero caminar contigo.
Recuérdame que tú eres.
Y que eso basta.
Enséñame a confiar,
a escuchar tu voz en medio del fuego,
a seguir aunque no vea la tierra prometida.
Tú eres.
Y yo te pertenezco.
Amén.

📖 Éxodo 3, 13-20
Dios le revela a Moisés su Nombre eterno: “Yo-soy”. Le encarga ir al faraón para liberar a su pueblo. Le promete una tierra que mana leche y miel. Aunque habrá resistencia, Dios intervendrá con poder.

📜 Evangelio – Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo, Jesús dijo:
"Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio.
Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso,
porque mi yugo es suave y mi carga, ligera".

A Moisés, Dios se le revela con una frase que marca la historia: “Yo-soy”. No una definición limitada, no un título, sino una presencia viva, eterna, ardiente.

“Yo-soy” es la llama que no se apaga, es la respuesta que no envejece. Es el Dios que camina contigo. El que ve tu dolor, escucha tus dudas y no se queda indiferente.

Jesús, siglos después, retoma esa misma identidad divina con un corazón humano: “Vengan a mí… yo les daré alivio”. El mismo “Yo-soy” que habló a Moisés, ahora se inclina para cargar contigo. Porque sigue siendo. Porque nunca ha dejado de ser.

Cuando todo en la vida parece moverse o caerse, esta verdad permanece:
Dios es.
Y tú eres suyo.

Repite en tu interior, en silencio o en voz baja, cada vez que te sientas cansado o confundido:
“Tú eres. Yo soy contigo.”

Cuando la sangre se convierte en señal de amor eterno…